viernes, 9 de octubre de 2009


Un río que corre como loco hacia quién sabe qué lugar. El río lleva, trae y se vuelve a llevar. Todo es pasajero. Las personas que intentan vencerlo, terminan ahogadas. Hay quienes consiguen un buen bote y deciden quedarse en el río, mas terminan perdidos en él, abrumados por su enormidad. Algunos se acercan, lo miran, lo rodean caminado, pero no lo tocan; saben que si lo hacen, quedarán atrapados por su hermosura. También existe quien nada en el río, pero éstos tampoco llegan a ningún lugar, pues terminan muy cansados por el esfuerzo de mantenerse a flote. Cuando vemos o intentamos todas las posibilidades, en seguida aparece la pregunta urgente, desesperada... ¿seremos capaces de sobrevivir al río que lleva y trae, a la corriente traicionera? Es mi opinión personal cuando me respondo que no, que es imposible. Partiendo de eso, noto que hay un punto en común entre todas las personalidades ocurrentes que se enfrentan al río de diferentes formas: todos, hasta el más ingenuo, se aventuraron. Excepto los que sólo se acercaron a mirar. Si yo le preguntara a esas personas cuánta felicidad encontraron alejándose del río, su respuesta sería "lo normal, viví una vida ordinaria y está bien". Y está bien. Si yo le preguntara a quienes se arriesgaron, su respuesta sería: "quizá sufrí, lloré, fui desdichado y miserable, pero el instante previo a aquello, el momento en el que tuve contacto con el río, fui muy feliz". Sus aguas heladas pueden asustarnos y causar tremendos escalofríos, pero estar ahí, intentar, jugarse CON el río (y no CONTRA él), no tiene comparación. Nada se asemeja a la dicha que siente aquél que encuentra en el río un segundo de paz, de excitación, de euforia pura. No crean que son tontos quienes deciden no arriesgarse: se llama precaución. Si todos terminan mal ahí, ¿qué tiene de maravilloso intentarlo? Bueno, es una experiencia. Es como un viaje o como irse a vivir sólo. Es probar, es ver, es explorar, es descubrir. Si conocen a alguien que haya salido ileso de este río, si conocen a alguien que haya podido nadar a la orilla sin una sola herida, cuenten la historia a los que se alejan porque son ellos los que más necesitan oír esas historias. Los que salimos del río exhaustos, rotos, incompletos, los que perdimos esperanza en el amor.. somos esas personas las que necesitamos escuchar y volver a creer.